El Príncipe de los Gatos

El Príncipe de los Gatos

sábado, 3 de septiembre de 2016

Chica de la ventana

Hoy salí al balcón de nuevo con la sonrisa tuerta
ese balcón que está harto ya de verme desprendiendo cristales
por no acordarme de incendiar inviernos,
y te vi,
embelleciendo cortina
reflejando sueños
recordando sombras
alejando miedos.

Allá,
a una farola de distancia
de poder
serlo
todo.

Y yo
aquí sentado
pensando en cómo apedrear el tiempo para que se pare
y pueda seguir soñando con que al segundo siguiente
me mires,
me desarmes,
soñando con rescatarte de todo aquello que no te deje respirar.

Salí al balcón y volví a verte
chica de la ventana
y por un momento pensé que los cristales se hacían pájaros
que volaban hacia a ti
para llevarte el mensaje de este naufrago sin mar
que nunca dejó de ahogarse en sus propias palabras.

Pero tú mirabas a la nada
seguramente recordando otros labios cicatriz
con otras historias pasado
y otros ojos olvido.

Y yo
aquí muriendo
sabiendo que podría hacerte feliz si quisieras
mirarme.

Pero no estás
no existes.
Te imagino cuando necesito huir,
o escribir
que es lo mismo,
y no me importa
que seas aire en mis pulmones
o aliento en mi mirada
que te resistas a aparecer atravesando cristales
como quien invade un país lanzando flores por los fusiles.

Porque sé
que lo mejor de este amor poema
es que tiempo no lo entiende
realidad lo ignora
y muerte
no lo puede.

sábado, 27 de agosto de 2016

Los exiliados románticos

Somos lo que queda de una generación a la que nunca pertenecimos del todo,
los exiliados románticos criados entre versos contracultura
y teatros vacíos de esperanza,
fugitivos del sentido que le da sentido a todo
corredores de fondo en una carrera donde las líneas de meta
estaban hechas a base de besos
y noches eternas mezcladas con absenta.

Somos los hijos bastardos del amor hecho polvo a quemarropa
jugada de jazz
baile de discursos locos
en cuya destilación psicológica estaba la solución a cualquier problema.

Y a veces nos negamos a creer que la poesía ha muerto,
intentamos sobrevivir por miedo al fracaso
porque sabemos que el miedo a morir no significa nada en nuestras manos.

Y todo lo que hacemos lo hacemos para darle aliento a ese espíritu roto y moribundo
al que le encanta codearse con el insomnio.

Nosotros,
los poetas,
esos seres atípicos repletos de tópicos,
que por mucho que escriban nunca llegan a encontrarse.

Y no habrá texto, discurso o libro que los defina,
porque en el momento en que se sientan vencidos
encontrarán un motivo más para seguir venciendo.

Nosotros,
los perdidos en la nostalgia eterna de un mundo que no conocimos,
nos hemos rendido a la verdad,
a la fuerza de las palabras rasgando el paladar,
a la certeza de que aún siendo equívocos en el tiempo
acertamos siendo lo que somos.
Niños que juegan
en un campo de minas.

miércoles, 24 de agosto de 2016

A la mejor postora

Volvería a destrozarme los dedos con mis bolígrafos
si sirviera para que me leyeras de nuevo,
pero aún así,
te quedarías donde estás
y ya no estoy para perder tinta en papeles que solo saben cortar.

Volvería a usar estas manos como salvavidas en una ciudad que nunca aprendió a darnos el tiempo necesario,
guardaría la palabra ojalá en una botella danzando en el mar
y rescataría cada día un par de versos de tus labios
de aquellos que siempre supieron darme el resto
para hacerlos poema.

Volvería a sacrificar mis ganas de dormir por verte respirar
una vez más
una vez más
una vez más.

Volvería a quemarme con tus miedos
a insultarle al insomnio
a beberme las lágrimas
a arrancarme las cicatrices
a olvidarme de mí…
no!
Eso sí que no.

Volveríamos a errar en el intento de decirnos con palabras
lo que no pudieron hacer nuestros cuerpos.

Y por eso, amor,
ahora ando perdido en pupilas que no saben descifrarme las metáforas
en mujeres espejo
en pieles que huelen como la tuya
pero que en vez de quemar, hielan.

Lo poco que queda de mí,
de nosotros
se subasta en una carrera de hienas correteando por mis dedos,
oigo sus carcajadas como si fueran puñales
hundiéndose en mi mirada.

Y por eso, amor,
volvería contigo,
porque prefiero que si me destripan
al menos,
que tenga sentido.

viernes, 12 de agosto de 2016

Princesa

Solo te escribí una vez
y me da vergüenza darme cuenta a estas alturas
de que me quedé demasiado corto.

Nuestra historia se vio reducida a cuatro cervezas sin salida
las ventanillas del coche de tu ex empañadas
y una libreta llena de palabras
cuyo anhelo siempre fue estar a tu altura.

Me ahogo al pensar que nunca te marchaste del todo
que aún sigo buscando el significado de mis miradas
en mujeres que me recuerden a ti
porque todo lo que quiero hoy en día
es aquello que tuve estando contigo.

Pero yo estoy bien,
o eso me gusta creer cuando no me miran.

Sigo acariciando las copas cuando salgo de la trinchera
pero suelo cansarme pronto
si no tengo a alguien que me haga pensar que sigue mereciendo la pena dejarse el alma en cada conversación,
que hay una aventura que no acabará en el momento que decida salir del bar.
Porque hay tesoros enterrados en islas perdidas
y tú eras el mar que había que explorar para encontrarlos.

Me dejaste una buena lección aprendida que a día de hoy me ha costado cara,
el principio del fin de una vida de perros
el resurgir de un poeta
y un nombre que no sé si me lo pusiste tú
o me eligió él a mí.

Solo quería decirte que en este reino de gatos callejeros
tú siempre serás la princesa que me ayudó a rescatar la poesía,
y aunque ya no estemos juntos,
ni debamos estarlo,
quiero que sepas que yo también pude quererte
pero el miedo ganó la partida.

Eres la huella que busco cada vez que salgo a la calle.

jueves, 4 de agosto de 2016

Al gato que nunca tuve y al amigo que llegó

A él también lo abandonaron una noche de luna nueva
y tiene los ojos tristes de su padre.

Ambos nos hemos acostumbrado a vivir con el silencio
entendimos que la soledad no es un estado de ánimo
sino una forma de vida,
y juntos comprendimos el valor de acurrucarnos en algo más
que el recuerdo.

La primera vez que lo vi fue en un cartel de se busca
y yo tenía un sitio donde huir.

Ahora cuando me marcho
maúlla
y llora,
yo intento enseñarle que la libertad no es eso,
y que el amor se encuentra,
no se busca.

Pero el verdadero reto está en bajar la guardia
incluso después de haber sido tiroteado
una y mil veces.

Él se pasea a su antojo por mi cama
me mordisquea los dedos
y añora un cuerpo que nunca llegó a conocer,
quizás en eso también nos parezcamos.

Cada vez que cierro la puerta chilla y me echa de menos
aún sabiendo que estoy al otro lado
y entonces entiendo
que el amor
es eso.

Cada vez que duermo se acuna en mis brazos
con los pasos necesarios para no despertarme
porque sabe que cada vez duermo menos
desde que sé que no me piensan a lo lejos.
Y eso
también
es amor.

A veces parezco más gato que él
y ronroneo cuando me muerde la oreja izquierda
casi tan bien cómo lo hacía ella,
entonces lo lanzo lejos
le digo que no,
que no quiero acordarme de lo que es ser feliz,
y le dejo una pelota para que también se olvide de mí.

Apenas hace dos semanas que nos conocemos
pero ya sabemos cuáles son nuestros puntos débiles
y los fuertes
hemos decidido no mostrarlos,
porque al amor se va sin miedo
y nosotros
lo sabemos.

sábado, 30 de julio de 2016

Nos soñarán despiertas

A mí hace tiempo que no me lee,
y a ti
hace más que no te sueñan.

Ya sé que estamos hartos de pelearnos con la noche
que no nos acordamos de brindar por un beso
por el que valga la pena perder la sobriedad,
que cansados de que nos muerdan sin ganas de comer
hemos levantado un sinfín de respuestas
que no anhelan sus correspondientes preguntas.

Porque de qué sirve hablarle al vacío del silencio.

Yo te entiendo,
entiendo que corramos siempre por el mismo camino
a la espera de que venga alguien y nos diga,
se acabó…
no busquéis más.

Entiendo que busquemos nuestro futuro
con las mismas fórmulas del pasado,
aunque tiritando nos digan que así
con su matemática antigua
no volverá el invierno.

Pero vuelve… y tanto que vuelve.

Como todos los mordiscos que nunca llegamos a dar
ese miedo inútil y sordo
que sólo sabe escucharse a sí mismo.
Como la verdad insondable de que somos lo que queda de un derrumbe hecho trinchera
que tras tanto bombardeo de labios
nos olvidamos de que una caricia podía salvarnos de la vida.

A mí hace tiempo que no me lee
ni me escribe
ni me piensa.

Tu te mueres por que te sueñen
porque te laman las heridas
porque te acunen sin ganas de despertarte.

Y te entiendo,
porque de tanto correr al mismo tiempo
hemos acabado siameses en alma y hueso,
Hermanos de sangre en una guerra que nunca pudimos ganar,
porque nos equivocamos al elegir nuestros contrincantes,
incluso nos equivocamos de campo de batalla.

Porque puede que no me lea,
porque puede que no te quieran,
pero al final
cuando venga la vida a darles un par de hostias,
ellas
nos soñarán despiertas.

domingo, 17 de julio de 2016

Yo quería llamarme Antonio

Yo quería llamarme Antonio,
y recitarle por la radio
los poemas más hermosos
a la mujer más hermosa del pueblo.
Labrar la tierra con el sudor 
como único testigo de mi sacrificio.
Construir el futuro
con esas manos
que saben lo que es desgarrar el llanto.

Yo quería llamarme Antonio,
y buscar una sonrisa en las tinieblas.
Declararle la guerra a la guerra
usar como escudo mis poemas
y fusilar la victoria de cualquier bando
que se atreviera a luchar.
Luchar,
en la barra de un bar
contra el tiempo gastado
pensando en los demás derrotados de la vida.
Pensar,
que vale la pena perder
si así descubrimos que somos mejores personas
bailando
que empuñando el odio.
Amar,
amar a mi familia por encima de todo
de mí mismo y de todo lo que podría haber sido
y que no quise ser, porque tenerlos cerca
era el mejor regalo que jamás llegaría a tener.

Yo quería llamarme Antonio,
y que mi cuerpo oliera
a romero y tomillo machacado,
que mi camisa nunca estuviera abrochada
para poder respirar despacio
y que mis manos fueran verdes
como el esparto recién cortado.

Yo quería llamarme Antonio,
como mi abuelo
si eso significaba vivir en su cuerpo.
Si así podía convertirme en parte de él
para seguir dándole aliento a su recuerdo.

Tener su pelo blanco inmaculado
sus ojos azules como el mar encabritado,
sus pies, su pecho, sus brazos fuertes como el cemento.

Despertarme cada día sabiendo que soy mejor persona,
que gracias a mí hay otros pies que siguen corriendo
otras bocas que enseñan
otros ojos que aprenden
otras vidas que sueñan.

Y de tanto querer llamarme como mi abuelo
acabé siendo él mismo
casi sin saberlo.